Muchos me preguntan cómo surgió Mantaraya y la idea de traer toallas y mantas turcas, por lo que creí que sería interesante contarles la historia, que se remonta hace ya casi 8 años atrás, de forma inesperada en un viaje...
Mayo 2014, Estambul, Turquía.
De vacaciones con una amiga, fascinadas con la ciudad de Estambul, visitamos el imperdible Gran Bazar. Me maravilló toda la artesanía turca con su calidad, fineza y delicadeza, tanto así, que compré muchos cachureos que envié a Chile por barco (y que claramente, al recibirlos meses después, no tenía donde ponerlos ya que en realidad se veían mucho mejor en el Gran Bazar que en el living de mi casa). Entre tantas coloridas opciones, frutos secos deliciosos e insistentes vendedores que nos perseguían pasillos enteros, terminamos en una tienda sentadas de piernas cruzadas, tomando un rico té y conversando con un acogedor turco, quién con su encanto, logró retenernos fascinadas.
Fue ahí donde conocí mi primera toalla turca.
Lo que llamó mi atención para entrar a la tienda es que la encontré preciosa. Muy ordenada y minimalista (poco común en el bazar), con estanterías y estanterías de mantas, de todos los diseños y colores. No sabía bien qué eran específicamente, ni tampoco para qué servían en particular, pero sabía que quería una, y como soy fanática de los pañuelos, pensé darle ese uso. Sin embargo, mi amigo turco reforzó aún más mi compra: “no te preocupes, siempre le encontrarás un uso”. No se equivocó.



Con nuestro amigo de la tienda del Gran Bazar, tomando un té cortesía de la casa, descubriendo las toallas y aprendiendo a amarrarla como pañuelo
Estambul era el primer destino de un viaje de 4 meses, y esta nueva adquisición me acompañó en cada destino hasta volver a Chile. Pasé por 11 países en dos continentes, con distintos tipos de climas, ambientes y panoramas, entre ciudades y playas, frío y calor, y mi pañuelo-toalla siempre estuvo a mi lado.
¿Cómo no enamorarme de mi toalla turca si fue mi más fiel compañera en este viaje?
Con mi amiga, mi toalla turca y la Mezquita Azul de fondo
Nunca me molestó ya que ni se notaba: la llevaba en mi mochila de mano y ni me daba cuenta, pesaba como una pluma y al enrollarla ocupaba el espacio de una botella de agua.
Me abrigó cuando tuve frío en los buses con A/C o en las tardes más frescas de las ciudades, salvándome de muchos potenciales resfríos.
Le dio un toque de estilo a mi vestimenta (que dejaba mucho que desear, ya que tuve que escatimar en la cantidad de ropa que podía trasladar) al usarla como pañuelo.
Me sirvió de manta de picnic cuando nos sentábamos a tomar una cerveza con lindas vistas en parques y montañas.
Por fin la usé como toalla sólo cuando ya fue verano y vi que todos los veraneantes europeos se paseaban por las playas con una manta igual a la mia! momento en que me deshice de mis pareos (nunca he sido de acarrear una toalla pesada, húmeda y enorme, menos en un viaje) y me quedé con mi nueva compañera, la que además, ¡me secaba muy bien y se secaba rapidísimo!

En La Valetta, Malta, con mi amiga y mi toalla turca
Luego de 4 meses de experiencias inolvidables, volví a Chile. Estando acá, no quise emplearme porque quería explorar una idea que tenía en mente. Fue una decisión muy natural e instintiva: este producto tenía que llegar a mi país. Y es así como en Octubre de 2014, surgió Mantaraya.
En otro post les cuento como sigue la historia...
Si quieres ver las Mantaraya que ahora traigo y vendo, visita nuestro catálogo y llévate ¡tú primera Mantaraya!
--------------------------------------------------------------
Acá un par de fotos del viaje usando mi primera Toalla Turca. Gocé recopilando este material, extrañando esa divina juventud y riéndome de los recuerdos del viaje. Me da risa que casi nunca la usé de toalla, de hecho no tengo fotos de eso, más bien fue mi pañuelo/bufanda/chal según ameritaba. Algunas fotos están borrosas por la calidad del celular de la época, otras mejores de una buena cámara, pero ¡todas llenas de buenos recuerdos!
Cappadocia, Turquía
Isla de Gozo, Malta
" No sabía bien qué eran específicamente, ni tampoco para qué servían en particular, pero sabía que quería una, y como soy fanática de los pañuelos, pensé darle ese uso. Sin embargo, mi amigo turco reforzó aún más mi compra: “no te preocupes, siempre le encontrarás un uso”. No se equivocó. "